Eran las 8 y pico de la tarde de algún viernes de agosto. Me encontraba en mi habitación explorando un océano de información sin nada concreto que buscar. Sólo dejaba pasar el tiempo hasta la hora de irme. De pronto la pantalla del móvil se iluminó mostrando un nombre de hacía mucho tiempo.
- ¿Si?
- Hola! Soy Alejo (llamémosle así).
- Eh! ¿Qué pasa tío? ¿Cómo va?
- Bien! ¿Oye tienes plan para esta noche?
- He quedado con unos colegas para cenar, luego supongo que iremos a tomar algo y de fiesta.
- Ostia! Pues de fiesta me apunto.
- ¿Sí? Oye de puta madre, sí quieres vente también a cenar, si ya conoces con los que voy.
Me lo contaron hacía un par de semanas; Alejo había roto su relación con… diremos Valentina, 6 años para el olvido. En aquel momento imaginé que él estaría bastante tocado y supe que tarde o temprano me llamaría para irse a gamberrear como en los viejos tiempos ¿Por qué no? Había sido así cada vez que rompía con alguna de sus parejas. Así de sencillo, a ojos de Alejo yo nunca he tenido suerte con las mujeres y siempre estoy soltero (el ligón era él, en teoría) además nunca me enfado, por eso siempre se puede acudir a mí.
- No, no, es igual. Cuando acabéis dime donde estaréis que ya iré con Valentina.
- Vale (Coño! ¿Pero estos no habían cortado?) os digo algo, hasta luego.
- Deu!
Anda! Parecía que se habían reconciliado, y por lo visto no querían tener otra noche viendo películas protagonizadas por doña Monotonía. Sabía que estaban acudiendo a mí por considerarme el último cartucho que quedaba. No me importaba, pese a todo me hacía ilusión volverlos a ver. El problema es que cuando les dije donde estaba tomando algo, recibí la siguiente respuesta:
- Nosotros vamos a otro sitio a tomar algo (al lado de donde estás tú). Avísanos cuando salgas para la discoteca (pero ni se te ocurra aparecer por aquí).
- Sí, descuida…
Respuesta que se volvió a repetir, en cierto modo. Cuando les avisé que salía del local ellos contestaron se iban a casa; eso sí para rematar el sms colocaron un acertado “a ver si quedamos eh”. Y es que a mí que me perdonen, pero aquello me pareció pitorreo.
Yo comprendo que se encontrasen en una situación delicada, a lo mejor en ese momento les convenía algo de intimidad en lugar de un local lleno de humo y gente, vale ¿Pero a qué coño venía toda la parafernalia de antes? ¿Para qué te llamo y quedo contigo como situvieramogollóndeganasestovaserlafiestapadrequeyatocaba si luego me voy a donde me salga de los huevos? Y no digo de fiesta, sino a tomar una birra. Lo mismo exagero, pero me sentí despreciado a más no poder. Bueno que más da ¿No? como nunca me enfado.
En resumen, la decepción que tuve en ese momento (otra más) me recordó el motivo por el cual ya hacía años que no le/s llamaba. Y es que otra vez el interés demostrado no era justamente por amistad (ah! No! Que eso era yo el que lo hacía ¿verdad Alejo?).
Todo sea dicho, al rato me olvidé y ya estaba otra vez con las risas; pero pensé que sería buena idea dejar constancia de ello por si algún día sirve de algo: Alguien se ve en la misma situación; lo lee algún hipócrita, etc.
- ¿Si?
- Hola! Soy Alejo (llamémosle así).
- Eh! ¿Qué pasa tío? ¿Cómo va?
- Bien! ¿Oye tienes plan para esta noche?
- He quedado con unos colegas para cenar, luego supongo que iremos a tomar algo y de fiesta.
- Ostia! Pues de fiesta me apunto.
- ¿Sí? Oye de puta madre, sí quieres vente también a cenar, si ya conoces con los que voy.
Me lo contaron hacía un par de semanas; Alejo había roto su relación con… diremos Valentina, 6 años para el olvido. En aquel momento imaginé que él estaría bastante tocado y supe que tarde o temprano me llamaría para irse a gamberrear como en los viejos tiempos ¿Por qué no? Había sido así cada vez que rompía con alguna de sus parejas. Así de sencillo, a ojos de Alejo yo nunca he tenido suerte con las mujeres y siempre estoy soltero (el ligón era él, en teoría) además nunca me enfado, por eso siempre se puede acudir a mí.
- No, no, es igual. Cuando acabéis dime donde estaréis que ya iré con Valentina.
- Vale (Coño! ¿Pero estos no habían cortado?) os digo algo, hasta luego.
- Deu!
Anda! Parecía que se habían reconciliado, y por lo visto no querían tener otra noche viendo películas protagonizadas por doña Monotonía. Sabía que estaban acudiendo a mí por considerarme el último cartucho que quedaba. No me importaba, pese a todo me hacía ilusión volverlos a ver. El problema es que cuando les dije donde estaba tomando algo, recibí la siguiente respuesta:
- Nosotros vamos a otro sitio a tomar algo (al lado de donde estás tú). Avísanos cuando salgas para la discoteca (pero ni se te ocurra aparecer por aquí).
- Sí, descuida…
Respuesta que se volvió a repetir, en cierto modo. Cuando les avisé que salía del local ellos contestaron se iban a casa; eso sí para rematar el sms colocaron un acertado “a ver si quedamos eh”. Y es que a mí que me perdonen, pero aquello me pareció pitorreo.
Yo comprendo que se encontrasen en una situación delicada, a lo mejor en ese momento les convenía algo de intimidad en lugar de un local lleno de humo y gente, vale ¿Pero a qué coño venía toda la parafernalia de antes? ¿Para qué te llamo y quedo contigo como situvieramogollóndeganasestovaserlafiestapadrequeyatocaba si luego me voy a donde me salga de los huevos? Y no digo de fiesta, sino a tomar una birra. Lo mismo exagero, pero me sentí despreciado a más no poder. Bueno que más da ¿No? como nunca me enfado.
En resumen, la decepción que tuve en ese momento (otra más) me recordó el motivo por el cual ya hacía años que no le/s llamaba. Y es que otra vez el interés demostrado no era justamente por amistad (ah! No! Que eso era yo el que lo hacía ¿verdad Alejo?).
Todo sea dicho, al rato me olvidé y ya estaba otra vez con las risas; pero pensé que sería buena idea dejar constancia de ello por si algún día sirve de algo: Alguien se ve en la misma situación; lo lee algún hipócrita, etc.
Que si quieres puedes llamarme eh
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